martes, 28 de abril de 2020

Lazo social en tiempos de pandemia

Hace tiempo los profesionales de las ciencias sociales vemos la incidencia de lo virtual en las maneras de vincularnos.  Nos hacemos preguntas e indagamos la dimensión ‘sujeto' desde diversas disciplinas. Pero, sin lugar a dudas, la emergencia epidemiológica mundial nos interpela como sujetos, interpela ese precario “saber hacer con los otros. Evidenciamos que si bien las conexiones virtuales permiten un “como si…, podríamos vernos…”, es la corporeidad la que nos falta. Develamos que en verdad las nuevas tecnologías no vinieron a reemplazar lo humano por mayores investigaciones que puedan encontrarse al respecto. Pero, ¿cómo soportar el aislamiento aun en tiempos de hiperconexión en red? Cada quien podrá formularse una respuesta singular ya que es un cuestionamiento central en estos días. Por otro lado, de manera colectiva, lo que permitirá mitigar el yugo de la soledad es la posibilidad de un proyecto. Lo importante de éste ultimo es que permita distinguir un “hacia donde". En Argentina, el discurso presidencial invita a un compromiso social, se ofrece como marco, con reglas del juego (que tienen fuerza de ley) que operativizan el deseo (en el mejor de los casos) de continuar.  Sin embargo la posibilidad de un proyecto sostenido en ideales tiene una raíz constitucional y estructural en nuestro psiquismo; es decir que en estos momentos de crisis social habrá quienes no encuentren posible la apelación a  discursos que amarren y fomenten el lazo social (a pesar del distanciamiento). Por ello también, evidenciamos casos de transgresión ante la única ley que hoy nos promete conservar la vida o al menos no propagar el contagio del COVID-19: “Quedate en casa".
Ir mas allá de la ley es una constante en la humanidad que genera diversos malestares según las épocas. En la actualidad, los ataques de pánico, la ansiedad, los dolores del cuerpo, las problemáticas de consumo son algunos rostros del dolor de existir. Lo necesario hoy es la apelación a la responsabilidad, esa dimensión que nos hace sujetos, que humaniza en tanto nos permite responder. El mecanismo necesario para lo que acontece es una apuesta a la creación, tomando valor de esta pausa contingente que incluso subvierte nuestros horarios, rutinas, en si mismo, nuestras categorías de espacio y tiempo que humanamente normalizamos con las tareas y practicas cotidianas. Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra” echaba luz sobre ello: “¡Solitario, recorres el camino que ha de conducirte a ti mismo! (…) Amo al que quiere superarse creando y así se encamina a su ocaso"; Crear puede implicar una trasformación de aquello que hasta ahora nos sostenía, es decir, las actividades seriadas que llenan el calendario y que hoy cambian su sentido cuando pueden poner en riesgo nuestra salud o la de quienes apreciamos.
Sobre los huecos (del calendario y de nosotros) es preciso inventar sentido. ¡Vaya que se necesita recursos simbólicos e imaginaros! Sin embargo, aunque solos y solas, de manera colectiva emergen nuevos rituales como el aplauso a las 21:00 para apoyar a profesionales de la salud, videos y entretenimientos virtuales que simulan un acercamiento, comunicaciones on-line múltiples que nos figuran escenas de 'reunión y presencia'.
Nos amarran los simbolos, las palabras y lo artesanal, mas aun en estos tiempos. La creación de banderas y pañuelos blancos que visualizaron la Memoria dante el 24 de marzo en Argentina reinventó un modo de marchar aunque no podamos hacerlo en las calles.
Estamos ficcionando, desde lo virtual, desde donde podemos responder. Y lo hacemos entre balcones, detrás de los muros o rejas, repensando en el encierro un lazo social posible. Por lo pronto, es un momento oportuno para cuestionar el cómo y desde dónde nos relacionamos, las cosas que importan y aquellas que pueden esperar.
Mas allá de 'lo bueno y lo malo', es un momento de nuevas respuestas. Para reflexionar sobre esto apelo a las palabras de Jorge A. Degano en “La responsabilidad precluida” (2011): “Cuando la responsabilidad se diluye, ocurre lo que se llama vaciamiento-que podemos decir subjetivo- en tanto y en cuanto lo que se esta diluyendo es la responsabilidad y con ella la condición subjetiva y la identidad -singularizada- del sujeto del acto”. Retomando la importancia del proyecto, ¿cómo seguirán nuestras relaciones sociales? ¿el aislamiento dejara huellas sobre como transitar la vida? ¿Repensaremos algo de la categoría del encierro? ¿Qué implica estar encerrados? Ya sea que hayamos transitado a solas o acompañados este aislamiento ¿qué aprendimos?
Si la angustia emerge ante lo siniestro, lo desconocido, lo “sin nombre”, ¿Cómo hacemos para tramitarla? ¿Cómo envolvemos una amenaza a la existencia? Transitar estas preguntas se vuelve necesario para imaginarizar el paso del contacto a través de “redes sociales” (lo virtual)  al contacto interpersonal (lo humano) que nos espera luego de que desaparezcan  los riesgos de contagio. Recuperar el contacto físico y volver a la “normalidad" no implicara seguir en  “lo mismo de siempre". Lo diferencial será el modo en que apalabremos, y ritualicemos este hito en la historia. La pandemia tendrá sus efectos en el lazo social y solo ulteriormente podremos analizarlos. Hoy sólo podemos apelar a un contrato social que atenúe  las ausencias.