domingo, 25 de diciembre de 2016

~•Fragmentos de ensueños•~

    "Jamas podemos olvidar quienes somos, si alguna vez lo supimos.
 Soy en tanto me transformo y a su vez siento que soy cuando me contemplo en esencia viva.
El enojo y el odio fuertemente enraizados a representaciones incrustadas en un pasado sobreviviente, viven por una necesidad: recordar un dolor sostenido como sufrimiento, a lo largo de décadas, que en principio tuvo mucho por decir y quizás nadie lo supo leer.
Estos afectos retornan en cada frustración, en cada inseguridad y en cada miedo, retornan sobre la respiración.
Encarnan. (pero...¿dónde?)
Existen tiempos para sentir y tiempos para el sentido.
Éstos se fusionan, se distancian y se reconectan, porque el tiempo es sabio al avanzar, aunque la humanidad no lo alcance.
Él corre mientras nos grita: ¡no me alcancés, tu lugar es donde pisás y respirás, yo me encargo del futuro!
Y aquí estamos, hablando de emociones antiguas. Las que anhelaron vivir en un presente que ya se volvió pretérito. Me remito a ellas para dejarlas ser y permitir que me guíen. En ellas ¿soy yo?, por ellas ¿soy yo?, solo se que operan, funcionan y comunican todo el tiempo entre la incertidumbre y la duda.
Duda: ella reclama mi humanidad."
 Las elecciones en la condición humana son solo las vías para conocer quienes somos.
Lo que consideramos como errores, me atrevo a suponer, son expectativas fallidas de un Ser frente a su realidad circundante, frente al mundo que creó (y lo creó) con sus reglas y con sus secretos.
No aceptamos el error por naturaleza, nos rehusamos, en el fondo (y en lo cotidiano), a descubrir qué sentimos y qué emana de nuestra propia espontaneidad. Culpa, miedo, fatiga y resignación son manifestaciones próximas a la contemplación de un fallido revelador: éxtasis de un inconsciente motorizado por el amor y por el odio que luchan por subsistir. ¿Que ocurre con la posibilidad de asumir(nos) detras de lo que "falla"? ¿Que ocurre con escuchar lo que negamos cuando nos remitimos al equívoco? ¿Cuantas máscaras podrá crear el miedo (o el deseo)?
Así comienza una nueva historia.
Así quiero elegir contarla.
Me detengo para crear y recrear los mundos que me trajeron hasta el presente y solo puedo inventarme desde la opción de sanar lo que me ha consumido, lo que ha generado en mi tanta ira, odio, tanta melancolía y nostalgia, tanto apego a construcciones desconocidas que de repente se vuelven parte de mi escena.
Las palabras son la fuente de esa sana-acción que descubro entre oraciones.
Las palabras encarnan las historias y le dan sentido a los sinsabores del fantasma, ese que actúa rimbombante por las calles del silencio (o quizás del ruido) donde se emplaza un paradigma lleno de resistencias para mirar mi propia puesta en escena: Mi vida (que aun no se hasta donde me pertenece).

 Las palabras pueden llevarnos al paraíso o levantar las murallas de un corazón en el infierno.