viernes, 21 de julio de 2017

Vacíos y sus límites

Así, como cambian los amores,
Mi piel ha cambiado de color.
La sangre circula mas rápido cuando la ausencia se vuelve compañía.
De allí nacieron los versos que una vez recito mi llanto,
y las palabras que vociferaba el silencio.
¡Cuánta luz emana de tus sombras!,
¡Cuánta falta puede hacer una pregunta!, entre esos minutos de ignorancia donde sólo se sonríe al ver un ser puro habitando el cuerpo.
Cuerpos de vida que mueren para ser amados eternamente.
Muerte para adornar la vida que se cae entre los días por la falta de presente.
¿Que es eso que llamaron presente?
¿Cómo se puede nombrar aquello donde nunca se vive?
Quizás esa palabra, como símbolo, sea la única manera de experimentarlo.
Aquí y ahora. ¿Donde es eso?
El tiempo se perdió entre los conceptos, esos que enseñaron a mirar un mundo ficcional que necesitamos llamar real.
No somos, nos forman para que dejemos de ser. Y somos en la duda que denuncia la mentira o él velo de la inconsistencia.
La fragilidad del ser se convierte en lágrimas, cuando el sueño, la irrupción, o el amor inesperado nos interpela para caer a los abismos superadores.
Vacíos: son los viajes del poeta, la magia del artista, la inspiración del que escribe. Es la casa del que vive. De aquel que muere en aquel mundo prestado en el que nos hicieron nacer.
En el vacío se renace o solo se muere. El arte o la muerte son los límites, y los matices intermedios, remiten a lo contemporáneo del origen. Casi siempre difuso, casi imperceptible, casi inalcanzable. Pero latente.
Así, como cambian los amores
Mi alma pinta un nuevo color.