Entre las alas de las oportunidades se
esconde un orden ininterrumpido de la alteridad que se anida en una
dimensión esencial, constitutiva. La misma no se puede representar
sino a través de las manifestaciones equívocas, espontáneas o sin
dominio consciente.
Furcios del ser.
La "no respuesta" no es equivalente al
silencio. En la ausencia de voz, se agrieta un lazo que buscará signos para persistir. El silencio por el contrario, casi siempre
remite a otras voces, que requieren ser oídas para que no lleguen a
convertirse en materia prima, productora de “identidades en masa”.
El encuentro entre lo inesperado y lo
convocado, envuelve una escena oscura con las luces del placer.
La noche, sin astros ni lunas no seria
vista, por el temor a lo unánime entre la oscuridad y el ser.
Este vacío existencial que nos aloja y
nos reúne en un planeta de ficciones nos otorga sensaciones de
libertad en la plenitud carcelaria de la ignorancia.
Nos une el no-saber. Si cambian las épocas, no es por la cercanía a la verdad absoluta (ideal
dopaminérgico de las masas y la ciencia). Cambian desde la
ignorancia, que multiplica sus maneras de nombrar los emergentes que
captan nuestros sentidos. Aquellos objetos que sin nombre llevan al
hombre al vacío, y que al ser nombrados lo llevan a la creencia de
dominio y afán de poder.
De hecho ¿Emergen? ¿De dónde? O
¿desde cuándo?
Existir es danzar hacia la muerte con
la esperanza de seguir viviendo.
Los cuerpos siguen, se siguen y cuando
miran atrás, quizás se reconocen.
Allí donde una mirada saca sonrisas, el
mundo deja de llamarse como tal, nace una metáfora, la muerte se
resignifica y se vuelve imposible, se crea la ficción mas
penetrante, el amor.
“El amor no muere” dice la
nostalgia terrenal que sabe de la imposibilidad de lo eterno, pero se
sostiene olvidando ese saber.
Los entretejidos sociales sostenidos en
el tiempo son la proyección de ideales que inventan una danza y un
registro para vivir.
De momento, aparecen nuevos ojos,
nuevos cuerpos, nuevas voces y las respuestas son interrogantes, la
duda se vuelve un medio para transitar los días y los nombres se
resignifican. Nacen expresiones de vida que hacen infinito el
instante de conexión. El tiempo vuelve a ser interpelado.
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