lunes, 10 de julio de 2017

Huellas para ver.

¿Cuántas palabras fueron necesarias para aprender a mirar?
Siento que miro y busco las huellas aprendidas y su ausencia me despierta el frenesí del no saber.
Solo el arte enseña a mirar con otros ojos. ¿Qué es el deseo sino un invento sobre un empuje innombrable?
Los tiempos de ver suelen complejizarse en la inmediatez.
El amor revestido de una imagen ideal cae por sí mismo. No tiene apoyo. No se manifiesta en libertad.
El amor anudado a la duda constante también se estrangula e intenta 'regularse' o 'reglarse' como respuesta a lo doloroso de no poder crear.
El amor que se reinventa, logra superar las barreras culturales y esperadas por aquellas miradas cerradas que buscan lo conocido en la diversidad de la existencia.
El cuerpo tiene un final porque es un exceso eternizar las sensaciones.
Es un exceso pensarnos eternos y enmarcar las experiencias en los planos del 'para siempre'. Es una mentira.
¡Cuánto nos seduce mentirnos ante la angustia de lo real!
A propósito, el arte hace ficción mientras desmiente, permite la aceptación de lo repudiable para no elegirlo (ni repetirlo).
Recubre los dolores mientras atraviesa las heridas dejando nuevas huellas.
Y... ¿Qué es el amor, si no es un arte?

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